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El valor real de las palabras: Por qué dejamos que nos hieran?


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Vivimos en una época donde parece que cualquier palabra puede convertirse en un arma.Decir “gordo”, “flaco”, “alto”, “moreno” o “bajo” ya no es solo una descripción: muchos lo sienten como un insulto. Pero ¿realmente lo es?

La respuesta es no. Las palabras son neutras. Son parte de nuestro idioma, existen para describir realidades, no para atacar. El problema no está en el idioma, sino en la carga emocional que nosotros le ponemos a esas palabras.


El idioma como espejo de la realidad

El lenguaje es una herramienta poderosa: nos permite nombrar el mundo, entenderlo y comunicarnos. Cuando decimos que alguien es alto, bajo, gordo o flaco, estamos describiendo un hecho. El juicio negativo aparece solo cuando lo interpretamos desde la susceptibilidad.


La responsabilidad emocional

Aquí surge una pregunta clave: ¿de quién es la responsabilidad?¿Del que habla o del que escucha?Claro que todos debemos cuidar cómo nos expresamos, pero la verdadera madurez está en aprender a escuchar sin sentirnos atacados. La emoción que aparece frente a una palabra no nace de la palabra misma, sino de cómo yo decido interpretarla.


El miedo a hablar

Muchos hoy viven como si el lenguaje fuera un campo minado: “no digas esto”, “no menciones aquello”. Y al final, lo que logramos es que la gente hable con miedo, que evite la honestidad y que se esconda detrás de disfraces verbales. Eso no construye relaciones sanas, solo crea más distancia.


Volver a la honestidad básica

Las palabras existen. Son parte de nuestra identidad, de nuestra cultura y de nuestra historia. El problema no es decirlas, sino el significado extra que cargamos sobre ellas. Si aprendemos a aceptar las palabras como son —hechos, no insultos— recuperamos la libertad de expresarnos sin temor.


El verdadero crecimiento

No necesitamos suavizar el lenguaje para vivir en paz. Necesitamos madurar emocionalmente para recibir las palabras sin ofendernos. El crecimiento personal no está en controlar lo que otros dicen, sino en aprender a controlar cómo lo recibimos.


Reflexión final

La vida no es tan dura como pensamos. Nosotros la complicamos con la forma en que interpretamos lo que pasa… y lo que escuchamos.Liberemos al lenguaje de esa carga innecesaria y descubriremos que, cuando dejamos de tenerle miedo a las palabras, también dejamos de tenerle miedo a la vida.

 
 
 

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